La artrosis es la enfermedad crónica osteoarticular más frecuente en la población general y representa una de las principales causas de dolor crónico y discapacidad, con una incidencia que aumenta con la edad y el envejecimiento poblacional.

Ante un paciente con sospecha de artrosis se debe realizar una anamnesis completa, una exploración articular meticulosa y, además, el diagnóstico diferencial con todas las enfermedades que afectan a las articulaciones y producen dolor, rigidez, deformidad y pérdida de capacidad funcional.

Los objetivos generales que se buscan con el tratamiento de la artrosis son:

  • Modificar la sintomatología: aliviar el dolor, reducir la inflamación y mejorar la capacidad funcional.
  • Retrasar la evolución de la enfermedad.
  • Seguridad en las intervenciones, minimizando el riesgo de efectos secundarios y de interacciones farmacológicas.

La evaluación integral y el manejo de la artrosis sintomática requieren:

  • Evaluar el impacto de la artrosis sobre la capacidad funcional del individuo, su calidad de vida, ocupación, estado de ánimo, relaciones sociales y sus actividades de ocio.
  • Planificar un plan terapéutico y las revisiones necesarias junto con el paciente con artrosis, teniendo en cuenta las comorbilidades que pueda presentar.
  • Comunicarle los riesgos y las ventajas de las distintas opciones de tratamiento, de modo que puedan ser entendidos claramente por el paciente.
  • Informarle y facilitarle el acceso a información complementaria, especialmente sobre la base del tratamiento que incluye la autogestión por parte del paciente, la actividad física y la pérdida de peso corporal en caso de presentar sobrepeso u obesidad.

El tratamiento de la artrosis implica el uso combinado de medidas no farmacológicas, medidas farmacológicas e incluso tratamiento quirúrgico si fuera preciso.

El tratamiento no farmacológico recomendado en la mayoría de guías de práctica clínica y consensos nacionales e internacionales incluye:

  • Información y educación del paciente.
  • Actividad física y ejercicio.
  • Descarga de la articulación afectada: control del peso corporal, protección articular, ayudas técnicas y ayudas a la marcha.
  • Electroterapia: estimulación nerviosa eléctrica transcutánea (TENS).
  • Agentes físicos: termoterapia.
  • Hidroterapia-Balnearioterapia.
  • Terapias complementarias y alternativas con evidencia de eficacia demostrada.
  • El paracetamol es el fármaco de primera elección en el tratamiento de la artrosis.

Los antiinflamatorios no esteroides (AINES) tópicos son eficaces para controlar el dolor en artrosis de rodilla y de mano; también para mejorar la funcionalidad articular de los pacientes con artrosis de rodilla, aunque no hay evidencias de eficacia en tratamientos superiores a 4 semanas. Los efectos secundarios sistémicos son menores que con los AINES orales.

Los AINES orales, incluyendo los COX-2, son eficaces para el control del dolor en la artrosis y para conseguir una mejoría de la calidad de vida. Deberían prescribirse tras el fracaso terapéutico del paracetamol y los AINES tópicos. Su uso obliga previamente a la valoración individualizada, teniendo en cuenta las comorbilidades asociadas, las posibles interacciones farmacológicas y la presencia de factores de riesgo cardiovasculares, gastrointestinales y renales. Todos los AINES, incluidos los COX-2, son igual de eficaces, aunque existe una variabilidad de respuesta individual a cada uno de ellos. Los COX-2 están más indicados en pacientes con riesgo gastrointestinal alto. El naproxeno es el AINE con mejor perfil de riesgo cardiovascular. Todos los AINES presentan riesgo renal y no deberían utilizarse en pacientes con nefropatía en estadios IV y V, y con precaución en estadios III.

Las infiltraciones con glucocorticoides están recomendadas en artrosis de rodilla y cadera cuando el paracetamol y los AINES tópicos y orales no han sido eficaces o están contraindicados o como complemento de estos tratamientos en pacientes con dolor moderado-severo. Su efecto no va más allá de 4 semanas y es preciso conocer la técnica de infiltración.

Los opiodes son eficaces en el control del dolor en pacientes con artrosis, sin embargo su uso debe restringirse a situaciones de ineficacia o contraindicación de los fármacos anteriores. De entre ellos, el tramadol, un opiode débil, podría ser de elección, y se recomienda reservar los opiodes potentes para situaciones especiales. No están recomendados en la artrosis de manos.

La indicación de cirugía se debe establecer en pacientes con:

  • diagnóstico confirmado de artrosis.
  • sintomatología intensa y duradera en el tiempo.
  • limitación funcional importante y merma clara de la calidad de vida.
  • ausencia de respuesta o tolerancia al tratamiento conservador.
  • y con una evaluación positiva de la relación riesgo/beneficio de la cirugía.

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